La oposición laica de se manifiesta frente al Ministerio del Interior. |
Este anuncio ha tenido lugar en un momento especialmente crítico tras el asesinato ayer de Chokri Belaid, un opositor radical a los islamistas. Este crimen sin precedentes en el Túnez contemporáneo amenaza con hacer bascular el país en el caos de una violencia política creciente.
"Las autoridades sabían que Chokri Belaid estaba amenazado y no hicieron nada", declaró el jefe del Partido Republicano, Ahmed Néjib Chebbi, que ha revelado que él mismo figura en una lista de personalidades políticas amenazadas de muerte. Chebbi está preocupado por la amenaza que "pesa sobre la paz civil" y por el riesgo "de ver la transición democrática comprometida", ya que las negociaciones sobre la Constitución están en punto muerto, lo que impide cualquier elección. El Partido Republicano forma parte de un frente de oposición laica que reclama la disolución inmediata de las milicias de Ennahda, llamadas "Ligas de Protección de la Revolución" (LPR). El conjunto de la oposición acusa Ennahda de promover una islamización acelerada de la sociedad y de intentar yugular la libertad de prensa.
Pero el gobierno ha hecho oídos sordos a las demandas de disolución de este grupo armado, responsable de un espectacular ataque el pasado mes de diciembre contra la sede de la Unión General de Trabajadores Tunecinos (UGTT), el principal sindicato de masas del país que ha convocado una huelga general para mañana, y del asesinato en octubre de Lotfi Naguedh, un opositor golpeado hasta la muerte en el sur de Túnez. Precisamente, dirigentes radicales de Ennahda han hecho llamamientos para que los autores de este asesinato sean puestos en libertad.
Besma, la viuda de Chokri Belaid. |
Al mismo tiempo, Ennahda ha estado confrontada también a explosiones de violencia social reprimidas duramente por la policía en los últimos meses, mientras que el paro y la miseria, detonantes de la revuelta que hizo caer el régimen de Zine El Abidine Ben Ali en enero de 2011 , continúan minando el país. En este contexto, el turismo, punta de lanza de la economía, está arruinado y no da señales de recuperación, ya que los ataques orquestados por salafistas contra bares, mausoleos y artistas, no son precisamente una buena propaganda.
Las investigaciones contra los extremistas no progresan y Abou Iyadh, el jefe del grupo yihadista Ansar Al-Char, sospechoso de haber organizado el ataque contra la embajada de Estados Unidos, que hizo cuatro muertos el pasado mes de septiembre, se escapa siempre de la policía. La amenaza extremista es tan importante que el ministro del Interior ha establecido un vínculo entre los partidarios de Abou Iyadh y los grupos armados de Al Qaeda en el Magreb Islámico que opera en las zonas del país limítrofes con Argelia. Unas zonas especialmente peligrosas. Desde la caída del régimen de Muamar el Gadaffi, Túnez se ha convertido en el centro neurálgico del tráfico de armas, especialmente en su frontera sur, a las puertas del Sahara, donde el mes de enero se encontraron grandes cantidades de armas en varios escondites.
Como Egipto, Túnez es un laboratorio. Un sala de experimentos que intenta saber si el islamismo es soluble en la democracia, es decir, si el islamismo es suceptible de conducir a un sistema político que garantice los derechos y las libertades fundamentales.
De momento, tanto los observadores internacionales como los tunecinos, no son muy optimistas. Pero no todo está perdido. La voluntad de cambio, que se manifestó contra Ben Ali y que ahora vuelve a hacerlo contra los islamistas de Ennahda, son un motivo de esperanza.
Emel (Esperanza) Mathlouthi, voz de la revolución democrática tunecina: