En La tabla rasa, hace más de 10 años, Steven Pinker (él mismo ideológicamente liberal) popularizó la idea de que las ciencias modernas de la evolución podrían resultar a fin de cuentas mucho más favorables a la “visión trágica” o conservadora que a la “visión utópica” o progresista. Charles Murray es todavía más conciso sobre la repercusión ideológica de la ciencia: la psicología evolucionista, la neurociencia y las ciencias modernas de la cognición darán en los próximos años el golpe de gracia definitivo a las ciencias sociales y la visión “progresista” dominante en las décadas recientes: “todo lo que asociamos con la frase políticamente correcto se vendrá eventualmente abajo”. Específicamente, de acuerdo con Murray, descubriremos 1) que la responsabilidad es una parte indispensable de la motivación humana, 2) que existen diferencias en los perfiles cognitivos de los grupos humanos, en función de la edad, el género, la etnia o la clase social, 3) que la creencia en el libre albedrío es esencial para el bienestar humano, y 4) que los seres humanos realmente poseen libre albedrío “en un profundo sentido neurológico”.
Las dos “creencias” fundamentales del estado
del bienestar estan siendo desacreditadas
por las neurociencias
del bienestar estan siendo desacreditadas
por las neurociencias
A medida que evolucionaba el estado del bienestar en el siglo XX, se tejieron en su fábrica dos creencias específicas más sobre la naturaleza del Homo sapiens.
1.- La primera era la creencia de que las personas son iguales, no sólo al modo de la Declaración de Independencia de EE.UU., iguales a los ojos de Dios y ante la ley, sino iguales, o casi, en sus habilidades latentes y características.
En alguna medida, esta creencia se aplica a los individuos, la idea de que todos los niños deben aspirar a conseguir títulos universitarios refleja el punto de vista optimista de que todos los niños son lo bastante listos para la universidad si se les ofrece el tipo correcto de instrucción. Pero la interpretación estricta de la premisa de igualdad se aplica a grupos de personas. En una sociedad justa, según se cree, diferentes grupos de personas, hombres y mujeres, blancos y negros, heterosexuales y homosexuales, los niños de la gente pobre y de la gente rica, tendrán naturalmente la misma distribución de resultados en la vida: los mismos ingresos medios, los mismos logros educativos, la misma proporción de conserjes y jefes, la misma proporción de profesores de inglés y físicos, la misma proporción de cómicos y de armadores. Cuando esto no sucede, es a causa de mal comportamiento humano y de una sociedad injusta. Durante los últimos cuarenta años, la premisa de que no pueden existir diferencias significativas de grupo ha justificado miles de páginas de regulaciones y legislaciones gubernamentales. (...) Todo lo que asociamos con la frase “políticamente correcto” eventualmente vuelve sobre esta premisa.
2.- La segunda de las creencias sobre el Homo sapiens que se ha convertido en un fundamento intelectual del estado del bienestar es que, en el fondo, los seres humanos no son realmente responsables de lo que hacen.
La gente que lo hace bien no merece lo que consigue, lo han conseguido porque han nacido en el estrato social correcto. O si lo hacen bien pese a haber nacido pobre y marginado, se debe a la fortuna (...) Durante los siguientes diez o doce años, creo que todos estos fundamentos intelectuales del moderno estado del bienestar serán desacreditados por una oleada de descubrimientos científicos sobre la conducta humana que ya están en camino (...) Edward O. Wilson, de Harvard, anticipó esto en un libro titulado Consiliencia. A medida que progrese el siglo XXI, argumentaba, las ciencias sociales resultarán influidas crecientemente por los hallazgos de la biología, específicamente por los hallazgos de los genetistas y los neurocientíficos.