La representante de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, Ada Colau, ha ido en el Congreso a hacer una exhibición de superioridad moral. De aquella superioridad moral, política, económica, ambiental, sexual y emocional que siempre se ha autoatribuido una gran parte de la izquierda. Una superioridad moral que le permite insultar, amenazar y calumniar a los que tienen una opinión diferente de la suya.
El problema, Sra. Colau, no es la Ley Hipotecaria -si el que asume una deuda puede dejar de pagarla impunemente, el crédito dejará de existir y sólo los muy ricos podrán tener acceso a la vivienda-; el problema es la falta de unas políticas sociales pensadas para ofrecer un techo a las personas que, por fuerza mayor, no pueden hacer frente a sus obligaciones hipotecarias.
Pero para la izquierda, estas soluciones les suenan a caridad, a parches, a reformismo. Una mariconada, que habrían dicho antes de convertirse en políticamente correctos. Ellos están llamados a ser protagonistas de acciones más elevadas, a cambiar el sistema de raíz. A salvarnos, aunque no queramos. Y es que su superioridad moral les permite saber mejor que nosotros mismos lo que de verdad nos conviene. Esta es la más rabiosa modernidad que, como ven, és más vieja que el tebeo.