Cuando el norte de Malí cayó en manos de los terroristas y militantes extranjeros en abril pasado, se inició un debate sobre las causas del caótico colapso del país. Muchos argumentaron que era un subproducto directo de la intervención de la OTAN en Libia en 2011, que envió a miles de hombres bien armados a Mali a través del Sáhara. Otros apuntaron a la corrupción interna de Mali y las divisiones étnicas. Sin embargo, poco se ha dicho sobre el factor más importante: los europeos han financiado conscientemente los radicales islamistas con el pago de rescates, al menos desde el 2003.
(...) En la última década, Gran Bretaña, Alemania, Italia, España, Francia, Austria, Suecia y los Países Bajos han pagado más de 130 millones de dólares a grupos terroristas, mayoritariamente a través de mediadores, para liberar a los rehenes europeos.
Los líderes europeos estaban comprensiblemente desesperados por salvar la vida de sus ciudadanos, pero sus esfuerzos han fracasado porque el pago de rescates sólo ha servido para convertir a éstos en una mercancía lucrativa para los jinhadistes hambrientos de dinero en efectivo. Los grupos como Al Qaeda en el Magreb Islámico y el Movimiento para la Unidad y la Yihad en el oeste de África se han acostumbrado a los pagos de rescates, lo que les ha espoleado a capturar -des de miembros de ongs a turistas- a cuantos más europeos mejor. Por el contrario, los terroristas saben que los Estados Unidos no negociarán con los secuestradores y es mucho más probable que usen la fuerza para liberar a sus ciudadanos.
Más información en el The New York Times.
