Aleix Vidal-Quadras
Si hubo un compromiso electoral reiterado hasta la extenuación fue el de evitar a toda costa las subidas de impuestos con el argumento, muy acertado por otra parte, de que exprimir aún más a las empresas, a los autónomos y a los asalariados tiene efectos profundamente negativos en tiempos de recesión y que la política que se iba a practicar sería la de una combinación de austeridad extrema del Estado, reestructuración de las Administraciones, mejora de la competitividad y estímulos a la creación de empleo.
Apenas sentados en sus sillones ministeriales, los nuevos responsables de la estrategia económica nos atizan un latigazo impositivo de los de aquí te espero y poco se oye de entrar en serio en la eliminación de la infinidad de duplicidades, ineficiencias y despilfarros existentes en de los tres niveles, central, autonómico y local, muy especialmente de los dos últimos. El saqueo de los bolsillos de PYMES y familias mientras se multiplica por diecisiete lo que debería estar a cargo de un único polo de gestión y de gasto, descentralizado sin duda, pero no fragmentado, y se permite que muchos Ayuntamientos se comporten como diminutos imperios faraónicos, no admite pase y puede provocar una reacción airada de los españoles difícil de controlar.