Ocho años después de publicar la biografía de Rifaa El Tahtawi, escritor y estadista egipcio ("Los Hijos de Rifaa. Musulmanes y modernos), finalmente he podido hablar en público en El Cairo y Alejandría. Durante la dictadura de Mubarak, la represión intelectual no lo había permitido: Rifaa, a partir de la dictadura de Nasser, fue censurado en todos los libros de historia por haber ido a la escuela francesa (en 1830!), al lado de los colonizadores, y porque estaba a favor de una constitución que limitara los poderes del Estado (limitación inaceptable tanto para Nasser como para Mubarak, a diferencia de lo que había sido con Mohamed Alí en el siglo XIX), que estaba a favor de un Islam moderado (así pues un apóstata para los barbudos de Al Azhar, sede de los conservadores). He aquí que Rifaa vuleve a Egipto, tanto su memòria como su presente porque su descendiente, Mihamed Rifaa, antiguo embajador en Líbia, se ha unido a la revolución! Sí, un Rifaa en la Plaza Tahrir. És un signo feliz entre muchos otros de que algo salió bien el 25 de enero en la plaza Tahrir en El Cairo,y luego en otras ciudades, Alejandría en particular. Pero, ¿qué es lo que pasó exactamente?
"¿Hemos hecho una revolución o no?", esta fué la pregunta que más a menudo me hicieron al final de mis conferencias. Los egipcios quieren estar seguros de que lo que han hecho ha sido una revolución y que han entrado en una nueva era de libertad política, de equidad social, de interrupción de la brutalidad policial y de progreso económico. Algunos comentaristas cínicos o obsoletos, especialmente el embajador de Francia, estiman que no ha habido revolución popular, sólo una revolución de palacio que permite a los militares mantener su poder efectivo y su riqueza mal adquirida. Ciertamente, el ejército está presente y visible. Mientras la odiada policía abandonaba los espacios públicos, los militares fuertemente equipadas y con sus tanques (de fabricación israelí, se dice) ocupa las encrucijadas estratégicas de El Cairo y Alejandría. Cuando, el 8 de abril, manifestantes en El Cairo pidieron una transición más rápida del poder de los militares a los civiles, la sustitución de los burócratas del antiguo régimen y el juicio de los ex dirigentes más corruptos, el ejército golpeó a esos “republicanos” con extrema violencia.
Sin embargo, eso no impide que la revolución sea una revolución, porque ha cambiado la sociedad egipcia de manera irreversible. El levantamiento demostró que los egipcios no son ni seran una nación de corderos aterrorizados por un matón: la libertad de expresión que han conquistado, no la cederan jamás. Para silenciarlos, los tendran que golpear pero ni eso será suficiente. El pueblo egipcio se quitó de encima, por sí mismo, los estereotipos de pasividad que le habian colgado tanto sus dirigentes como la diplomacia occidental. Los déspotas de Egipto -y esto es general en el mundo árabe- deseaban creer que el pueblo amaba el despotismo. En Francia, un cierto relativismo cultural (un racismo de facto rebautizao como "respeto a la diversidad cultural") también dejaba entender que el despotismo respondia a las expectativas del mundo árabe. Este "orientalismo", avatar del neocolonianismo, justamente denunciado por el filósofo palestino Edward Said, ha muerto y no resucitará de nuevo, cualquiera que sea la forma de los futuros regímenes políticos. Flota claramente en el ambiente y en los rostros una especie de felicidad refrescante, que les confiere la dignidad restaurada. Esto es la Revolución Árabe.
Los gobiernos occidentales, en particular Francia, tendran pues que renunciar a su Realpolitik, a mis ojos, vergonzosa, que sólo dialogava con los tiranos, como si el pueblo no existiese: una cierta política árabe de Francia se tendrá que reformular por completo, allí donde la revolución se ha hecho y en todos los sitios en donde, inevitablemente, se hará.
¿Por qué esa ceguera? Tanto en Túnez, cuna de esta "primavera árabe", como en Egipto, los poderosos no vieron nada de lo que se avecinaba. Sin duda, la complicidad política y los negocios en los círculos de poder los volvieron estúpidos. Y la obsesión con el islamismo, compartida a ambos lados del Mediterráneo, impidió ver que la gente no estava más enamorada del Islam que de la tiranía. La aparición de una nueva generación, occidentalizada, si no americanizada, pasó tan desapercibida como la aparición de los nuevos medios de comunicación social, cuya existencia debian ignorar tanto Mubarak como los diplomáticos occidentales. De hecho, los estudiantes de El Cairo que se dieron cita en la Plaza Tahir el 25 enero, a través de Facebook, no esperaban encontrar más de unos pocos cientos de manifestantes para mostrar su apoyo a la Revolución de Túnez. Ellos fueron los primeros sorprendidos por el efecto de masas de esta movilización "virtual" y más aún por el apoyo popular, que arroparon su movimiento y lo hicieron triunfar. Cuando al gobierno de Mubarak no se le ocurrió nada mejor que enviar camellos armados con garrotes para dispersar a los manifestantes, ya no eran dos Egiptos los que se enfrentaban sino dos épocas: el tirano y sus camellos, contra los internautas. Al igual que todos nosotros, los egipcios no sólo son egipcios: són de su tierra pero son también ciudadanos de su tiempo. Descendiendo de sus camellos, los egipcios se han unido a su tiempo y al mundo: el nuestro.
En esta revolución, el Islam no jugó el papel que algunos en Egipto y en Occidente temian o esperaba, pero el Islam no ha estado del todo ausente. En El Cairo, los manifestantes se movilizaron por Facebook, pero en Alejandría se respondió a la convocatoria de la Hermandad Musulmana y a las prédicas de los imanes en las mezquitas. Asistimos en la misma Alejandría a un enfrentamiento entre varios Islams, recordando que esta religión es diversa: la Hermandad Musulmana, hostil al régimen, llamó a su derrocamiento, mientras que las mezquitas de obediencia sufí, mimado por Mubarak, permaneció en silencio. En Alejandría, los sufíes se incorporaron a la Revolución después de que quedó claro que esta revolución era popular.
La revolución, pues, se ha hecho, se ha alcanzado de manera prácticamente irreversible, pero la nueva sociedad aún no se ha inventado. No será tan “republicana” como desean los revolucionarios: las fuerzas armadasno volveran del todo a sus cuarteles. Pero, ciertamente, el nuevo régimen se parecerá más a una auténtica república con un gobierno más limitado, con auténticos partidos y una justicia más independiente. El juicio por corrupción contra los anteriores líderes lo atestigua. La economía será sin duda más liberal, porque existe unanimidad entre los revolucionarios en la eficiencia del mercado y en la necesidad de poner fin al "capitalismo de amiguetes" que caracterizó al viejo régimen. Los monopolios estatales y las prebendas recularan para dar paso a verdaderos empresarios: de estos empresarios del futuro, que sacaran a Egipto de la miseria, habia muchos en la Plaza Tahrir. Será posible abrir una panaderia en El Cairo sin tener que esperar dos años ni tener que pagar un sinnúmero de sobornos a los burócratas corruptos: estas reformas llevaran tiempo, pero esta será la tendencia y en la economía es la "tendencia" lo que importa, lo que hace querer invertir y devuelve la esperanza. Todos los egipcios están a favor del libre mercado, me dijo Hisham Murad, director de la revista Hebdo El Abram, porque el comercio tiene sus raíces en la civilización musulmana. "El socialismo? –me dijo-, “está equiparado con el ateísmo: para la mayoría de los egipcios, es inaceptable."
Y el Islam político? Preocupa menos en Egipto que en Europa. Los islamistas han desempeñado un papel menor en la Revolución, lo que ha avidenciado su "retraso" respecto la sociedad egipcia. Los Hermanos Musulmanes aparecen com un movimiento arcaico, anclado todavía en la década de 1920, con sus orígenes fascistas (los estatutos del Movimiento fueron copiados de los del fascismo italiano, que en su momento, parecía progresista y efectivo). Los actuales Hermanos Musulmanes estan divididos entre una vieja guardia que todavía quiere "islamizar" la sociedad y una generación joven que se reclama del liberalismo económico: el programa económico de los Hermanos, escrito por Sameh Al-Barqui, parece sacado de la Universidad de Chicago, aunque acompañado de consideraciones piadosas sobre la importancia de la justicia social en el Islam. Probablemente, el partido que va a crear la Hermandad Musulmana, tendrá una importante representación en el futuro Parlamento: ¿y por qué no si la República cuenta con instituciones sólidas? La islamización de la sociedad, que, además, cuenta con un 10% de cristianos, no es la aspiración dominante de los egipcios que mayoritariament suelen distinguir entre vida pública y religión privada. Observaremos que el modelo que inspirará a los partidos musulmanes será el AKP de Turquía: un AKP que maneja muy bien la economía turca, aspirando a unirse pronto a la Unión Europea.
En un escenario optimista, pero hoy en dia realista, la futura República de Egipto restiuirá al pueblo egipcio la dignidad y la prosperidad: servirá de modelo para el mundo árabe y dispersará los temores infundados que los europeos tienen sobre el Islam. La combinación de Facebook y la mezquita secular es el futuro rostro del mundo árabe-musulmán.
Adiós a Nihil Obstat | Hola a The Catalán Analyst
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jueves, 14 de abril de 2011
Egipto, entre Facebook y la mezquita
Guy Sorman (traducido del francés):