La expresión «corrección política» se generalizó en Estados Unidos y en otros países a partir de los años setenta del siglo pasado, pero lo que esa expresión denota empieza a extenderse antes. Por ejemplo, en 1948, Richard Weaver (1910-1963), un «medio olvidado sabio conservador» (algunos dirían reaccionario) norteamericano, escribía en su libro más famoso, Las ideas tienen consecuencias: «Desde que el progresismo se convirtió en una especie de doctrina oficial de partido, se nos ha advertido que conviene no afirmar nada acerca de razas, religiones o entidades nacionales, visto que, después de todo, no hay afirmación categórica que esté desprovista de suposiciones de valor y que los valores fomentan las divisiones entre los hombres. Hemos de abstenernos de definir, subsumir y juzgar. En su lugar, conviene que nos instalemos en la periferia de las cosas y desde allí hagamos gala de sensibilidad hacia la expresión cultural de todas las tierras y pueblos». Esta descripción se queda, hoy, muy corta, porque desde 1948 ese «hacer gala» relativista se ha extendido a terrenos que Weaver no pudo ni imaginar.Seguid leyendo aquí.
Durante las últimas décadas la «corrección política» (en adelante omitimos las comillas) ha ido colonizándolo todo. Sabemos de qué se alimenta y cómo devasta el paisaje allí por donde pasa, pero, aunque puede observarse casi cada día en las más variadas situaciones, describir el animal no es fácil: no está claro si es molusco o mamífero, su piel es tan viscosa como resbaladiza, tiene conchas y escamas de color cambiante, mil caras, mil patas, ojos y rabos por todas partes. Con frecuencia se comporta como el bufón del circo cultural y político, pero no se rían ustedes, porque ataca, muerde y mata. Está en todas partes, aunque en algunos lugares abunda más que en otros; en el Reino Unido, uno de sus territorios favoritos, la fiera se ha hecho, además, omnívora. Vean si no.
A comienzos de 2010, una pacífica ciudadana, de sesenta y seis años de edad, dueña de una tienda de animales, fue condenada a una fuerte multa, a cumplir una especie de toque de queda durante siete semanas (para asegurar lo cual tuvo que llevar durante ese tiempo una pulsera telemática, como la que se coloca a algunos peligrosos criminales y acosadores sexuales) y a cumplir, además, ciento veinte horas de trabajo comunitario, todo ello por el delito de haber vendido un pez de colores a un menor, un chico de catorce años, sin preguntarle la edad y sin instruirlo acerca de los cuidados que el pez necesitaba. Poco después, en Londres, un predicador baptista fue detenido y conducido a una comisaría por afirmar en un sermón que, según la carta de san Pablo a los corintios, «la homosexualidad es pecado». Y, también en 2010, el blog de un conocido columnista de The Spectator fue censurado por la Comisión de Quejas de la Prensa –una entidad no gubernamental de autorregulación– por afirmar que «la sobrecogedora mayoría de los delitos callejeros, apuñalamientos, tiroteos y crímenes sexuales en Londres son perpetrados por jóvenes de la comunidad afrocaribeña», lo que es una evidencia estadística perfectamente conocida por la policía y los medios de comunicación.
LAS VISIONES DEL ANIMAL
La bestia se ha reproducido con éxito en Europa, en Canadá han aparecido ejemplares extraordinarios, pero Estados Unidos ha sido y sigue siendo su gran hábitat, como señalaba, hace ya unos cuantos años, Fernando Díaz-Plaja, buen conocedor de la corrección política en su salsa original: los medios universitarios norteamericanos.
En un libro publicado en 2006, The Professors, David Horowitz, uno de los más conocidos escritores «antiprogresistas» de Estados Unidos, que en su juventud y primera madurez militó en la extrema izquierda, recogió, con la ayuda de estudiantes, las opiniones, principios docentes y actuaciones académicas de cien profesores «radicales» alineados con la corrección política. Sobreponiéndonos al’embarras du choix, porque hay muchos ejemplos fantásticos, vean solo los tres siguientes, que pueden considerarse «clásicos»:
1) Regina Austin, profesora en la Escuela de Leyes de la Universidad de Pensilvania, es defensora de lo que se denomina «Teoría Racial Crítica». Estima que la distinción entre comportamientos acordes con la ley y comportamientos no acordes tiene su origen en la sociedad de los blancos, es un instrumento de opresión de los blancos sobre los negros, por lo que la idea de una ley igual para todos resulta inadmisible. En su opinión, la comunidad de los afroamericanos necesita una fuente de legalidad diferente a la de los blancos. La señora Austin y otros profesores estiman que las violaciones de la ley que podemos considerar «no graves» (por ejemplo, hurtos en supermercados) pueden ser, según las circunstancias, incluso, aceptables o convenientes si se cometen por grupos oprimidos, como los afroamericanos, porque pueden entenderse como «compensaciones» de las injusticias del sistema; en todo caso, su castigo no puede ser el mismo que si se cometen por blancos.
2) Miriam Cooke, que enseña Lengua y Literatura Asiática y Africana en la Duke University (Carolina del Norte), es defensora del «feminismo islámico»: su idea fundamental es que Occidente debe entender positivamente, con simpatía, la opresión bajo la que viven las mujeres en el mundo islámico como expresión del ser de las mujeres precisamente en ese entorno cultural, aceptando que carecemos de legitimidad para criticar esa situación o proponer cambios inspirados en la cultura occidental.
3) Joe Feagin, profesor de Sociología de la Universidad de Texas, sostiene que Estados Unidos debe pagar una indemnización a todos sus ciudadanos afroamericanos para compensarles por el sufrimiento de sus antepasados esclavos, y esta indemnización ascendería a unos tres billones latinos, es decir, tres millones de millones de dólares (el 25% del PIB de Estados Unidos).
Fuera de los medios universitarios, los ataques terroristas de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington excitaron a la bestia de modo extraordinario y fueron circunstancia propicia para observarla aún mejor. En su Diccionario políticamente incorrecto, publicado en 2004, Carlos Rodríguez Braun registró algunos de sus más escalofriantes gruñidos. Escuchen los dos siguientes: 1) La actriz Susan Sarandon, tan famosa y admirada, declaró en 2003 que estaba muy preocupada porque «tras el 11-S o estabas en contra de los atentados o estabas a favor»; 2) David Westin, presidente de ABC News, la gran cadena de televisión «liberal» (de izquierdas) de Estados Unidos, prohibió a sus empleados lucir la bandera norteamericana en los días que siguieron al 11-S porque ello podía significar «tomar partido» en la guerra contra el terrorismo, y en una conferencia en la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia manifestó que «su objetividad le impedía formular un juicio sobre si estrellar un avión contra el Pentágono era bueno o malo».
¿De dónde viene todo esto? ¿Cómo se ha llegado hasta aquí?
Adiós a Nihil Obstat | Hola a The Catalán Analyst
Después de 13 años de escribir en este blog prácticamente sin interrupción, hoy lo doy por clausurado. Esto no quiere decir que me haya jubilado de la red, sino que he pasado el relevo a otro blog que sigue la misma línea de Nihil Obstat. Se trata del blog The Catalán Analyst y de la cuenta de Twitter del mismo nombre: @CatalanAnalyst . Os los recomiendo.
Muchas gracias a todos por haberme seguido con tanta fidelidad durante todos estos años.
sábado, 5 de noviembre de 2011
Cómo la Escuela de Frankfurt se consoló del fracaso del comunismo metiéndonos en el laberinto del pensamiento políticamente correcto
Luis M. Linde: