La izquierda (desde los residuos marxistas hasta la desorientada socialdemocracia) y su séquito mediático no han querido entender la naturaleza de la crisis. La han atribuido, como un mantra, al 'capitalismo salvaje' que, según ellos, liberaron Reagan y Thatcher. Sin embargo, esta crisis no es en realidad la crisis de la "restauración" del capitalismo liberal sino la crisis del "consenso socialdemócrata", nacido después de la segunda guerra mundial y que se ha mantenido hegemónico, aunque más atemperado desde los años ochenta, hasta ahora.
Es cierto que las reformas aplicadas por Reagan y Thatcher -que, aunque no fueron tantas, llevaron al mundo occidental a uno de los períodos más largos de crecimiento y prosperidad del siglo XX- comportaron privatizaciones y desregulaciones. Pero estas afectaron especialmente al sector industrial, lo que llamaríamos la economía productiva, pero en ningún caso el sector financiero, que no sólo no fue desregulado, como se dice tan a la ligera, sino que continuó sujeto a las normas de Basilea I, desde 1974 a 2003, y por la más estricta regulación del riesgo de Basilea II a partir de 2004.
Pero, a pesar del aliento de liberalización que llevaron Reagan y Thatcher y al derrumbe del modelo colectivista con la caída del muro de Berlín, el "consenso socialdemócrata" ha sobrevivido, aunque más debilitado y erosionado, hasta el estallido de la crisis. Un estallido que la izquierda ha aprovechado para intentar recuperar el terreno perdido, presionando al máximo el acelerador de la intervención del Estado. Han sacado del baúl de los recuerdos las viejas recetas keynesianas en un intento de estimular la actividad económica, sin querer entender que la crisis actual no es una crisis de demanda sino de deuda y que, por tanto, es totalmente contradictorio querer resolverla con más endeudamiento.
Estamos ante la más profunda crisis del modelo socialdemócrata imperante en la Europa Occidental de los últimos 65 años. Una crisis que parece haber cogido a todos por sorpresa, pero que tiene el precedente de Suecia. El país cuna y bandera del modelo socialdemócrata quebró a comienzos de la década de los años noventa por unas causas parecidas a las actuales. El gasto público sueco llegó al 70% del PIB y el déficit al 10%. Después de 50 años con pleno empleo, el paro se disparó hasta el 12%. Y el Banco Central, tratando de salvar la corona, subió los tipos un 500%.
Aquella crisis acabó con "el modelo sueco" tal y como lo conocíamos y dio paso a un cambio histórico: la transición del Estado del Bienestar socialdemócrata hacia una Sociedad del Bienestar más liberal. Un proceso interesantísimo que aún dura pero del que la mayoría de medios de comunicación nunca se han hecho eco.
La nueva receta sueca ha consistido, por un lado, en restringir los compromisos del Estado, bajar los impuestos y el gasto público, y por otro en dar a la gente un papel fundamental, devolviéndole el derecho a elegir y a responsabilizarse de sus decisiones. Se instauró el cheque educativo, que comenzó en la educación primaria en 1992 y luego se extendió a la secundaria y al resto de servicios públicos, como la sanidad.
Se instauró la libertad de crear escuelas y consultorios médicos, rompiendo el monopolio tanto en la oferta de servicios como en la demanda. Se introdujeron mecanismos de mercado, pero todavía no hay libertad de precios. Los servicios públicos siguen siendo universales y de acceso igualitario, pero los centros dependen de la demanda y si atienden mal a los clientes estos se van y tienen que cerrar.
En 1991 se derrumbó el modelo socialdemócrata en Suecia. Veinte años después, lo hace el "modelo socialdemócrata de todos los partidos" en la Unión Europea. Tener en cuenta el precedente sueco nos ahorraría, seguro, muchos problemas.
Adiós a Nihil Obstat | Hola a The Catalán Analyst
Después de 13 años de escribir en este blog prácticamente sin interrupción, hoy lo doy por clausurado. Esto no quiere decir que me haya jubilado de la red, sino que he pasado el relevo a otro blog que sigue la misma línea de Nihil Obstat. Se trata del blog The Catalán Analyst y de la cuenta de Twitter del mismo nombre: @CatalanAnalyst . Os los recomiendo.
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