Después de casi 10 años de gobernar Turquía, el partido islamista moderado AKP de Recep Tayyip Erdogan puede mostrar a los escépticos que la democracia no se ha desnaturalizado y que, a pesar de la existencia de incidentes puntuales que parecen haber aumentado en los últimos tiempos, la libertad de expresión se mantiene. La promoción de los valores islámicos ha provocado roces importantes pero no ha limitado hasta ahora los derechos y libertades de laicos y practicantes de otras religiones.
En el terreno económico, Turquía se ha situado en el puesto 17 en el ranking de la economía mundial y tiene un papel cada vez más importante como potencia regional. El año pasado el crecimiento económico fue del 8,9%, mientras que la previsión de crecimiento del PIB para el 2011 es del 8,7%, según el FMI.
Con este "milagro económico", el partido islamista ha vuelto a revalidar cómodamente la mayoría absoluta en las elecciones celebradas el pasado mes de junio. Erdogan se siente, pues, invencible y, frustrada la aspiración a un próximo el ingreso en la Unión Europea, ha decidido aprovechar la coyuntura internacional para priorizar la mirada hacia Oriente en un intento de convertir a Turquía en la primera potencia regional, rivalizando con Israel.
Erdogan pretende capitalizar las revueltas árabes -más seducidas por la democracia turca que por la violencia yihadista- para extender su influencia en toda la región, en una especie de resurección espiritual del imperio otomano. ¿Y qué mejor manera de hacerlo que intentando imponerse a Israel?
El gobierno islamista turco había decidido explotar a fondo el incidente de la flotilla de Gaza para obtener una victoria propagandística sobre el estado judío. Pero, contra lo que es habitual, el informe Palmer de las Naciones Unidas ha dado la razón a Israel, dejando claro que el bloqueo marítimo de la Franja se ajusta plenamente a la legalidad internacional.
Erdogan, que no contaba con este resultado, no ha podido contener la cólera y se ha lanzado a una batalla muy peligrosa. Ha dicho que no reconoce el informe de la ONU, que piensa recurrir al Tribunal de la Haya (aunque no está clara su competencia en éste caso) y que considera "casus belli" el asalto israelí a barco turco Mavi Marmara, hasta el punto de ordenar el despliegue de tres buques de guerra equipados para interceptar los barcos israelíes.
Erdogan sabe que no puede derrotar Israel, pero puede haber calculado que un enfrentamiento limitado, fuera cual fuera el resultado, le beneficiaría políticamente ante la opinión pública árabe y europea, ayudando a olvidar, por ejemplo, su connivencia con Gadafi, de quien aceptó el premio de derechos humanos (!), o el apoyo que ha dado al genocida presidente de Sudán, Omar al-Bashi o hasta hace poco al régimen sirio.
Si todo se reduce a un ataque puntual de testosterona, la cosa terminará pronto y sin más complicaciones. Pero si hay algo más detrás de la actitud prepotente de Erdogan, la ilusión de una democracia musulmana será la primera víctima de un largo conflicto de consecuencias imprevisibles.
Adiós a Nihil Obstat | Hola a The Catalán Analyst
Después de 13 años de escribir en este blog prácticamente sin interrupción, hoy lo doy por clausurado. Esto no quiere decir que me haya jubilado de la red, sino que he pasado el relevo a otro blog que sigue la misma línea de Nihil Obstat. Se trata del blog The Catalán Analyst y de la cuenta de Twitter del mismo nombre: @CatalanAnalyst . Os los recomiendo.
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