Nada que hablar

La democracia es la victoria de la palabra sobre la violencia. Más aún, la democracia es la sustitución de la violencia por la palabra. Por esta razón la democracia no puede hablar con la violencia sin destruirse, porque son excluyentes. La democracia sólo puede hablar con los violentos cuando éstos han abandonado la violencia y sus instrumentos y han acatado las reglas del juego democrático. Hacer lo contrario sería aceptar que se pueden conseguir victorias políticas para las armas y no por las urnas. Esta es la piedra angular sobre la que se ha construido el edificio de las democracias modernas y que tanto la izquierda abertzale como sus comparsas de la conferencia internacional parecen ignorar. En este país, el proceso de paz y reconciliación ya se ha hecho. Hace más de 30 años. Los etarras fueron amnistiados, se les dio la posibilidad de crear un partido democrático y se desecentralitzar el estado de una manera casi federal, especialmente en Euskadi con el concierto económico. Pero ETA no sólo no lo aceptó sino que puso en marcha la campaña más violenta de su historia contra la democracia. Hay declaró la guerra. Y ahora que la ha perdido militarmente, quiere aún, si puede, capitalizarla políticamente. Quiere obtener algún beneficio, olvidando que no es la democracia la que está en deuda con ETA, sino que es ETA la que está en deuda con la democracia.