Adiós a Nihil Obstat | Hola a The Catalán Analyst





Después de 13 años de escribir en este blog prácticamente sin interrupción, hoy lo doy por clausurado. Esto no quiere decir que me haya jubilado de la red, sino que he pasado el relevo a otro blog que sigue la misma línea de Nihil Obstat. Se trata del blog The Catalán Analyst y de la cuenta de Twitter del mismo nombre: @CatalanAnalyst . Os los recomiendo.



Muchas gracias a todos por haberme seguido con tanta fidelidad durante todos estos años.


miércoles, 2 de julio de 2014

Lo peor de las crisis suelen ser sus salvadores

La historia, y en especial la del siglo XX, está repleta de salvadores. Una especie que se creía en vías de extinción pero que la crisis ha resucitado. ¿Cómo identificar a los nuevos salvadores? No es difícil. Aunque se presentan como algo nuevo, repiten como el ajo.

Los salvadores suelen ser personas creyentes, hombres y mujeres de fe. De fe religiosa como los yihadistas o de fe ideológica como los chicos de Podemos. Suelen ser los hijos ociosos, a veces brillantes, de las clases medias con tiempo para invertir en la revolución de turno. Se presentan como los más firmes y sinceros defensores de los pobres, del pueblo, y la mayoría de las veces acaban por creérselo. Están convencidos de su superioridad moral, de la superioridad moral e intelectual de sus ideas. Unas ideas fruto de la revelación de un paraíso perdido o del conocimiento presuntamente científico de los mecanismos de evolución y desarrollo de la sociedad.

Los salvadores son personajes románticos que se sienten investidos de un saber, mitológico o racional, que les impulsa por el camino de la historia hacia los modelos sociales que han de prevalecer. Modelos de vida personal y colectiva que ellos encarnan, sin lugar a dudas. Saben el futuro y por eso el futuro les pertenece. Un futuro inevitable que, sin embargo, conviene forzar para que llegue cuanto antes y no se haga el remolón.

Hace cincuenta años, los salvadores parían ese futuro esplendoroso con la ayuda de las armas, con la violencia. Pero, oiga, no con cualquier violencia, no, sino con la única violencia para ellos legítima: la violencia revolucionaria. La violencia de los pobres, la violencia de los desheredados, la violencia del pueblo y no la carnicería de los fachas y los reaccionarios. Y así siguen en la mayor parte del planeta, especialmente en el mundo árabe y musulmán. Aquí, por el momento, parece que han aparcado la lucha armada (algo es algo), pero eso no significa ni mucho menos que hayan renunciado a la fuerza. Su vía no es otra que la que en su día fue la vía chilena al socialismo o, más recientemente, la vía bolivariana a no se sabe dónde.

Nuestros salvadores domésticos se llenan la boca denunciando el secuestro de la democracia por las élites, por la 'casta', como dicen ellos tan castizos. Sin embargo, su amor por la democracia es puramente instrumental. Sólo la conciben como medio para obtener el poder y desde allí, con todos los instrumentos coercitivos del Estado, imponer su modelo económico, social y político a todo bicho viviente. Quieren el poder y sin cortapisas, aunque lo disimulen bajo una apariencia hiperdemocrática. Presumen de lo que carecen.

No son ignorantes. Saben perfectamente que las democracias constitucionales nacieron no sólo para elegir al gobierno sino sobre todo para limitar su poder. Limitar el poder del rey, sí, pero también para limitar el poder del pueblo. Para limitar tanto el poder personal como el poder de la mayoría. Por primera vez en la historia de la humanidad se establecieron límites estrictos al poder político. Se proclamó que nadie puede imponer desde el gobierno su religión o su utopía a los demás, que los derechos fundamentales de las persones no pueden ser violados y que la minoría debe ser respetada.

Probablemente, las democracias constitucionales se hayan oxidado, chirríen sus goznes y hayan llegado a ser muchas veces para el ciudadano un auténtico dolor de cabeza. Un dolor de cabeza que puede tratarse con una aspirina pero que los salvadores de la humanidad se apresuran a curar con la guillotina. Esa pasión por la exaltación y la desmesura delata la pulsión totalitaria de los salvadores.

El problema que hoy aqueja a la democracia no es que no deje gobernar al pueblo y que limite en exceso el poder del gobierno, sino que el gobierno ha desbordado impunemente muchos de los límites fijados a su poder. Para este problema, los demócratas sin adjetivos optamos por limitar aún más el poder político, el poder del estado, mientras que los salvadores de la humanidad persiguen justamente lo contrario: romper los límites que impiden el poder ilimitado de la mayoría.

Podemos, viene de Poder. No de poder hacer lo quieras con tu vida, sino de poder imponer tu modelo de vida a los demás. Es un espejismo de la crisis. Pero los espejismos, mientras duran, pueden ser muy peligrosos. Las crisis hacen daño, pero lo peor de ellas suelen ser sus salvadores.

Publicado en Link2News