Durante las dos décadas que precedieron a la creación del euro, el mundo académico advirtió repetidamente que era un error introducir la moneda única sin tener primero otros aspectos básicos de la integración. Era como empezar la casa por el tejado. No se podía poner la misma moneda a países con ciclos económicos no sincronizados, sin movilidad de trabajo que permitiera enviar a los parados del país en crisis al país que va bien, sin una unidad de mercado que fomentara la verdadera competencia entre las empresas de los distintos países (cosa que hubiera armonizado el ciclo y los precios), sin una unidad fiscal que transfiriera recursos automáticamente desde los países con boom hacia los países con recesión y sin una unidad bancaria y financiera que enviara recursos a los bancos con problemas. Los académicos advirtieron que cuando viniera la primera crisis, sería catastrófica.
Pero como tantas veces ha pasado con el proyecto europeo, los líderes políticos se negaron a escuchar a los expertos, les acusaron de intentar ayudar a los Estados Unidos y a querer mantener la primacía y el monopolio mundial del dólar... y tiraron adelante la unión monetaria.
Y la crisis llegó... y está siendo catastrófica. Ha sido interesante observar las excusas de los eurófilos: Primero, culparon a los especuladores malignos, a la codicia de Wall Street, a los bonos subprime y a la liberalizaciónde los mercados. Después echaron las culpas a las entidades de Rating que (correctamente) ponían malas notas a unos gobiernos que mantenían déficits extravagantes. Después se pasó a dar la culpa a los evasores de impuestos y a los paraísos fiscales que figura que causaban esos déficits fiscales excesivos. Luego se dio la culpa a los gobiernos y a sus excesos derrochadores a la hora de construir aeropuertos sin aviones, trenes sin pasajeros y autopistas sin coches. Últimamente se las están cargando los bancos, los banqueros y los entes supervisores (como el Banco de España) que supuestamente tenían que vigilar los excesos del sector financiero.
Pero cada vez son más los que se preguntan si la crisis económica europea que estamos viviendo no ha puesto de manifiesto una realidad incómoda: ¿no será que el verdadero problema es el euro? ¿No será que los oscuros académicos a los que se insultó calificándolos de anti-europeos defensores de la primacía del dólar decían la verdad y la cosa del euro se hizo mal? Al fin y al cabo, el euro hizo que los tipos de interés fueran anormalmente pequeños en países como España, cosa que disparó la burbuja inmobiliaria que tanto cuesta digerir ahora. Al tener los mismos tipos de interés en toda la Eurozona, los países con más inflación (como Italia), tenían tipos de interés reales más bajos o incluso negativos, cosa que inducía los aumentos de consumo e inversión, cosa que aceleraba todavía más la inflación. Cuando llegó la crisis, el euro hizo que hubiera posibilidad de depreciar la moneda de los países que iban mal (cosa que hubiera abaratado sus productos y hubiera permitido aumentar la demanda externa en un momento en que la interna había desaparecido). Y como la cosa se hizo mal, sin poner primero los mecanismos que le tenían que permitir a la Eurozona luchar contra la crisis, tampoco había transferencias en forma de reducciones fiscales automáticas en las zonas afectadas por la crisis y aumentos en las zonas de alto crecimiento. Ni existía la posibilidad de que los griegos, españoles y portugueses en paro, emigraran temporalmente a Alemania o Finlandia porque el mercado laboral único no existía y tenía enormes barreras lingüísticas y culturales. Ni estaban diseñados y establecidos los mecanismos debían permitir la reestructuración de los euro-bancos insolventes.
Es decir, el origen de la crisis es el euro y lo que impide su solución es que el euro se construyó mal. Siendo esto cierto y siendo esto un grave problema... no es lo peor. El mal diseño del euro está destruyendo los logros en materia de convivencia que se habían conseguido con el mercado común primero y la Unión Europea después. Siempre se dijo que el objetivo final de la UE era la paz en el continente más cruel y sanguinario del mundo, escenario de dos guerras más salvajes de la historia de la humanidad. Parecía que la UE fomentó y consiguió la paz y la concordia entre los pueblos de Europa... pero el euro está dando al traste con esos logros: los ciudadanos de los países del centro son cada vez más reacios a ayudar financieramente a los de la periferia a los que no tienen ningún problema en calificar de “cerdos” (las iniciales de Portugal, Italia, Grecia y Spain forman, en inglés, la palabra PIGS que significa cerdo). A su vez, la gente de la periferia da las culpas a los países que les imponen unos recortes y una austeridad que no entienden. El nacionalismo griego, español, italiano y alemán, resurge por toda Europa. Se vuelve a hablar de leyes anti-inmigración. Se culpa a los extranjeros. Renace el chauvinismo y se vuelve a votar a los partidos nazis.
Fue un error buscar la unidad monetaria pensando que de ahí podría salir un sentimiento de unidad y de amistad sin tener en cuenta que, cuando las cosas van mal, la gente solo está dispuesta a hacer sacrificios para ayudar a sus verdaderos amigos. Los norteamericanos tienen una moneda única, es verdad, pero también comparten un proyecto común que va mucho más allá de la moneda o incluso de la economía: comparten los valores democráticos y una defensa infatigable de la libertad individual. Comparten el “sueño americano” de que todos los ciudadanos pueden triunfar en el país de la oportunidad. Comparten el amor por los colores rojo, azul y blanco de su bandera. Comparten el orgullo de su equipo olímpico. Comparten los logros de la carrera espacial y los viajes de la NASA. A nosotros, los europeos, los valores norteamericanos nos pueden parecer unos primitivos y cursis. Pero son unos valores que les unen. Y al estar unidos, nadie discute que una crisis financiera que afecta básicamente a New York o Texas sea tratada con el dinero de todos. La solidaridad no se practica con la fuerza de la obligación sino con el deseo de la voluntariedad. Y la voluntariedad no existe si no hay un sentimiento de pertenecer a un proyecto común que vaya más allá del dinero. Los líderes europeos pensaron que el proyecto común era el euro y el tiro les está saliendo por la culata.
Lo peor de todo es que volver atrás es mucho peor que seguir con el euro. ¡Si! Yo era de los que escribía en contra del euro en los años noventa (*)... pero una vez construido el euro, creo que sería un error abandonarlo. Los pánicos que se crearían en el proceso de transición conllevarían crisis financieras, quiebras, caídas del PIB y aumentos del paro hasta niveles nunca vistos. Es más, si los países con poca disciplina fiscal como España o Grecia de repente tuvieran su propia moneda de imprimir dinero, la inflación se dispararía y en pocos años el fantasma de las subidas masivas de precios, fantasma que hace 20 años que ha desaparecido, volvería a circular por España. Y la eliminación de ese fantasma comportaría graves crisis económicas las de los años setenta.
Al final de la cumbre del 29 de Junio, los líderes políticos europeos sorprendieron a todos los observadores (y aquí me incluyo yo), haciendo públicos unos acuerdos de calado que pueden representar el principio del fin de la crisis. Los acuerdos parecen indicar que finalmente quieren avanzar en la construcción de los fundamentos de la casa donde se debería haber colocado antes de poner el tejado del euro: unión bancaria, mercado único con más competencia en todos los sectores, unión fiscal que reduzca el poder fiscal de los estados, etc. Todo esto está muy bien, pero quizá sea demasiado tarde. Las divisiones estatales son ya muy profundas, hasta el punto que los acuerdos han sido vistos como una victoria de la periferia y una derrota de Alemania. No se ha percibido como una victoria de Europa. Y eso no presagia nada bueno porque todavía se tienen que escribir los detalles de la letra pequeña, y eso se tendrá que hacer con la pluma de una Alemania humillada y enfadada.
Adiós a Nihil Obstat | Hola a The Catalán Analyst
Después de 13 años de escribir en este blog prácticamente sin interrupción, hoy lo doy por clausurado. Esto no quiere decir que me haya jubilado de la red, sino que he pasado el relevo a otro blog que sigue la misma línea de Nihil Obstat. Se trata del blog The Catalán Analyst y de la cuenta de Twitter del mismo nombre: @CatalanAnalyst . Os los recomiendo.
Muchas gracias a todos por haberme seguido con tanta fidelidad durante todos estos años.
miércoles, 4 de julio de 2012
El error del euro
Xavier Sala i Martín: