Europa arrojó al fascismo y el nazismo al estercolero de la historia en 1945 tras seis años de guerra brutal, e hizo lo mismo con el comunismo con la caída del Muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989, tras más de 40 años de una larga y paralizante guerra fría. El domingo, Grecia decidió dar marcha atrás y recuperar de ese basurero al comunismo y al nazismo, ahora llamados pomposamente Coalición de Izquierda Radical y Amanecer Dorado, que han obtenido respectivamente el primer y tercer lugar en número de votos.
Ante este resultado, muchos hablan de respetar la democracia, y tienen razón, especialmente porqué los vencedores de estas elecciones son los primeros que no parecen muy dispuestos a respetarla. Los unos por que quieren hacer lo que Hitler en 1933 y los otros por que su objetivo final es la demolición de la democracia liberal, que antes llamaban burguesa, para substituirla por la democracia absoluta, que es la gran parida intelectual de la izquierda radical para hacer presentable lo que era la dictadura del proletariado o democracia popular.
Para esa 'nueva' izquierda radical, su modelo más cercano es la llamada revolución bolivariana de Hugo Chávez, que se inició en 1998 bajo la etiqueta de socialismo del siglo XXI y que ha conducido a Venezuela al desabastecimiento, la carestía, la corrupción institucionalizada, la delincuencia desbocada, la violencia política, la inseguridad jurídica y el recorte de derechos y libertades individuales que han convertido el Estado de Derecho en una caricatura.
Hoy, ante la victoria electoral en Grecia de esa izquierda del 'siglo XXI', la gran pregunta es: ¿se atreverá Syriza a seguir el camino de Venezuela o incumplirá su programa electoral? No lo sabemos. Pero lo que si sabemos es que de aplicarlo provocaría la bancarrota total del país, hundiendo a los griegos en una situación mucho peor a la sufrida hasta hoy. Por lo tanto, lo más inteligente para ellos sería gobernar y negociar con pragmatismo, nadando y guardando la ropa sin que parezca que han traicionado a su electorado, aunque para algunos la traición ideológica de Syriza es inevitable.
Visto desde la perspectiva española, lo mejor sería que Syriza cumpliese su palabra y aplicase, con celeridad y decisión, su programa electoral porqué las consecuencias desastrosas del mismo servirían de vacuna electoral ante el frentepopulismo de Podemos, los primos hermanos de Syriza.
Desde una perspectiva europeista, la victoria de Syriza, se mantenga fiel o no sus principios, es una mala noticia sin paliativos. El europeismo de la izquierda radical no tiene nada que ver con el europeismo de los padres fundadores de la Europa comunitaria y su 'soberanismo' no es una cosa muy diferente al nacionalismo. Gobierne o no con pragmatismo, se mantenga o no en el euro, Grecia no estará por la culminación de la unidad de una Europa que considera de los 'mercaderes', sumándose así al cada vez más lleno cajón de sastre del euroescepticismo. No es extraño, pues, que Le Pen haya felicitado tan efusivamente a Tsipras. Como Putin, que ha recibido ya el apoyo del nuevo primer ministro griego anunciando su oposición a nuevas sanciones contra Rusia. Y es que la basura ideológica siente su afinidad apenas reciclada del estercolero de la historia.
Logos de los partidos de la coalición Syriza