Se puede discrepar de la sus opiniones y se pueden criticar sus decisiones públicas, pero no se le puede someter impunemente al escarnio mediatico. Lo que se está haciendo con Francesc Granell, apuntándolo con el dedo y presentándolo como casi un traidor a la patria, tiene más que ver con el Código Penal que con el derecho constitucional a la libertad de expresión .
En Cataluña, parece que ahora todo vale. Lo que se había estado cociendo durante muchos años ha terminado desbordado la olla, salpicando y quemando a todos. El objetivo de la independencia parece justificar los medios. La senyera está siendo secuestrada progresivamente por la estelada . Hemos dejado de ser europeístas fervientes para convertirnos en fervientes nacionalistas . Los grandes medios de comunicación, públicos y privados, exhiben ya de manera impúdica, diría que pornográfica, su acatamiento al régimen nacionalista-independentista. El ataque ad hominem contra los que no piensan igual, o que han cambiado de opinión, se extiende imparable por las redes sociales. Cataluña parece vivir en una nueva apoteosis del arrebato sobre la cordura. De nuevo, por decirlo con palabras de Josep Ferrater Mora, la Cataluña cerrada se impone a la Cataluña abierta .
Lejos de regenerar la vida política, de aplicar la racionalidad a la reconstrucción de la res publica, esta parece desaguar en los senderos del más rancio romanticismo político, donde las emociones y los deseos se convierten en la razón política por excelencia. En los más de 60 años de mi vida nunca había visto una división como ésta en Cataluña. Una división cainita, que enfrenta unos catalanes contra otros en nombre de la patria común. ¡Qué triste paradoja !