El problema principal del sistema autonómico español es relativamente simple: las autonomías tienen una enorme capacidad de gasto, al gestionar la mayor parte del estado del bienestar (prácticamente todo, aparte de pensiones y desempleo). Sin embargo, las autonomías apenas tienen libertad de maniobra escogiendo cómo pagan por esos servicios, dado que la recaudación está controlada en casi todos los casos por el gobierno central. Esto crea dos problemas importantes. Primero, los políticos autonómicos tienen a menudo bien poco a decir sobre qué pueden o quieren hacer cuando son elegidos. El presupuesto disponible depende de la voluntad de las Cortes en Madrid, los entresijos del último pacto de financiación autonómica que nadie entiende demasiado y un absurdo sistema de liquidaciones que hace que las cuentas del 2013 se cierren en base a lo recaudado el 201o. Por muy buen gestor que sea uno, esta no es forma de llevar un comunidad autónoma. Segundo, y más importante, la absurda opacidad de todo el tinglado hace que nadie entienda realmente quién está pagando cada cosa, con el resultado que nada es culpa de los políticos autonómicos (o eso dicen) o todo es mérito de su maravillosa gestión (idem), sin posibilidad de entender las cuentas.
Un modelo que a buen seguro haría felices a muchos nacionalistas catalanes y evitaría muchos dolores de cabeza pasa por eliminar las dos normas más absurdas de todo nuestro sistema autonómico: la idea que una autonomía no puede crear impuestos donde el estado ya está recaudando, por un lado, y la estúpida manía que tenemos que pagar lo mismo del mismo modo en todas partes. El primer punto es relativamente sencillo: el IRPF, IVA y demás no deberían ser divididos entre los dos niveles de gobierno según un porcentaje fijo, sino siguiendo dos impuestos separados. En Estados Unidos, sin ir más lejos, a muchos nos toca preparar dos formularios de income tax. El gobierno federal, por un lado, recauda lo suyo, y el gobierno estatal hace lo propio con su propio tributo. Para simplificar papeleo, ambos impuestos son gestionados en la misma “ventanilla” del IRS, pero la estructura de cada tributo es completamente distinta. Algunos estados, como Connecticut, tienen impuestos progresivos, otros tienen flat tax (puramente proporcionales) y algunos carecen de impuesto sobre la renta estatal y recaudan todo con impuestos indirectos. El sistema es a veces confuso (especialmente si vives en un estado y trabajas en el estado vecino), pero los legisladores y votantes pueden decidir claramente el nivel de servicios que piden y de dónde sacarán el dinero. El único límite sobre dónde pueden recaudar los estados es que sus tributos no pueden actuar como aranceles o limitar el comercio interestatal, y santas pascuas. / ROGER SENSERRICH
Via Barcepundit