Adiós a Nihil Obstat | Hola a The Catalán Analyst





Después de 13 años de escribir en este blog prácticamente sin interrupción, hoy lo doy por clausurado. Esto no quiere decir que me haya jubilado de la red, sino que he pasado el relevo a otro blog que sigue la misma línea de Nihil Obstat. Se trata del blog The Catalán Analyst y de la cuenta de Twitter del mismo nombre: @CatalanAnalyst . Os los recomiendo.



Muchas gracias a todos por haberme seguido con tanta fidelidad durante todos estos años.


lunes, 28 de octubre de 2013

El error no es del Tribunal de Estrasburgo sino de Felipe González

El final de ETA no puede ser nunca un final sin vencedores ni vencidos. Por el contrario, debe ser un final con un único vencedor: la democracia y el estado der derecho, y con un único vencido: la violencia como instrumento político en una sociedad democrática. Es decir, el único final posible de ETA es su derrota total: desarme, desmovilización, arrepentimiento público y reconocimiento y aceptación del estado democrático de derecho.

Pero para conseguir esta derrota de ETA no valen atajos que vulneren, ni descaradamente ni subliminalmente, el Estado de derecho. No vale el atajo criminal de los GAL, ni vale tampoco el atajo paliativo de la doctrina Parot. Una atajo, este último, que pretendía evitar una escandalosa injusticia (que personas condenadas por decenas de crímenes a miles de años de prisión salieran en libertad apenas cumplidos 20 años de encarcelamiento efectivo) con una medida penal de carácter retroactivo que dejaba sin efectos prácticos las redenciones de pena en un intento, tan bienintencionado como desesperado, de detener la escarcelación de etarras que se estaba produciendo.

Pero esta decisión judicial, política y moralmente comprensible, vulneraba aunque sea levemente un principio básico del estado de derecho: la irretroactividad de las normas penales. De ahí, la sentencia condenatoria para España del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo. Una sentencia que, se diga lo que se diga ahora, no podía sorprender a nadie porque estaba cantada. No había que ser un experto penalista ni recurrir a teorías conspirativas más o menos rebuscadas para saber que la sentencia sería condenatoria para el Estado español .

Por ello resulta lamentable que la mayoría de partidos políticos hayan reaccionado acusando la sentencia de injusta e, incluso, de "golpe humillante" de Europa a las víctimas, en lugar de hacer autocrítica y reconocer la responsabilidad de la clase política por no haber reformado el Código Penal en su momento .

Desde el año 1978 -año de la aprobación de la Constitución- hasta 1995 -fecha de la gran reforma del Código Penal-, estuvo vigente el Código Penal franquista de 1944 que recogía en su artículo 100 un decreto del general Franco de 1937 que permitía la redención de penas por el trabajo a los presos "rojos " .

En 1983, Felipe González aprobó una primera reforma parcial del Código Penal. Pero en esta reforma no sólo no suprimió la redención de penas -a pesar de la insistencia del Consejo General del Poder Judicial para que fuera derogada- sino que quiso ampliarla a los presos preventivos. Tampoco lo hizo tres años después, en 1986, cuando recién iniciada la segunda legislatura socialista y con una segunda gran oleada de atentados de ETA, el líder de la oposición Manuel Fraga Iribarne le pidió una reforma urgente del Código Penal que permitiera que los culpables de delitos de terrorismo cumplieran las penas íntegramente.

La reforma en profundidad debería esperar casi diez años más, hasta 1995, cuando se aprobó de la mano del ministro Juan Alberto Belloch en el crepúsculo de un largo mandato socialista que agonizaba salpicado por el terrorismo de Estado.

Si Felipe González hubiera hecho las cosas bien y en su momento, ahora no existiría la doctrina Parot ni la sentencia de Estrasburgo. Y, lo que es más importante, ningún preso etarra no hubiera salido de la cárcel sin haber cumplido la totalidad de su condena.

sábado, 26 de octubre de 2013

Mas, indignado porque la NSA no le pincha el teléfono

Creo que Artur Mas, preocupado como está porque la dignidad de Cataluña no quede fuera de la foto, debería presentar una queja indignada y sonada ante la NSA. ¿Como es que se espía a la Merkel, Hollande y, en su día, incluso a Zapatero y no al presidente de la Generalitat? ¿Quien se han creído que somos, estos norteamericanos? ¿Es que creen que se puede prescindir de nosotros? ¿Es que no saben que el futuro de la UE -y, quizás, del mundo occidental- depende de Cataluña? Sepan estos señores de la NSA, el Capitolio y el presidente de los EEUU, Barack Obama, que pasado  mañana ejerceremos nuestro derecho a decidir. A decidir que queremos ser espiados como Dios manda gracias a nuestro estado independiente y soberano.

martes, 22 de octubre de 2013

La responsabilidad política en la "doctrina Parot"

La Grand Chambre del Tribunal Europeo de Derechos Humanos no ha “tumbado” la llamada doctrina Parot sobre la forma de cumplimiento de las penas privativas de libertad. Esta doctrina está hoy día integrada en la legislación vigente y se aplica y aplicará sin ningún problema a todos los delitos terroristas cometidos con posterioridad a su entrada en vigor. El TEDH ni siquiera ha soñado impugnarla.

Lo que este tribunal ha declarado incompatible con el Convenio Europeo de Derechos Humanos es la aplicación retroactiva de esa “doctrina” a delincuentes que habían comenzado a cumplir sus penas antes de que, en una malhadada decisión de 2006, el Tribunal Supremo español decidiera cambiar sobre la marcha las reglas del juego y mantener a una terrorista en prisión más tiempo del que le correspondía.

(...)

Los ciudadanos, incluidos los terroristas, tenemos el derecho sacrosanto a que el castigo que se nos imponga por nuestros delitos sea el que está establecido en la ley en el momento de cometerlos También es momento de señalar a los grandes y a los pequeños culpables de lo sucedido. Los grandes culpables son los políticos y los Gobiernos de hace muchos años, de aquellos años en que se sabía a ciencia cierta que la aplicación del Código Penal y del sistema de redención de penas llevaba inexorablemente a que los presos condenados a miles de años de cárcel cumplieran en realidad menos de 20 años de efectiva privación de libertad. Fueron los Gobiernos de aquella época, que prefirieron mirar para otro lado y no modificar la ley entonces vigente, los que propiciaron que llegase el día en que terroristas sanguinarios tuviesen que ser puestos en libertad por los tribunales. En los años setenta y ochenta del pasado siglo se prefirió no agravar las penas a los terroristas porque se pensaba que cabía una solución del terror por el apaciguamiento. Craso error, cuyas consecuencias hirientes para la sensibilidad ciudadana se manifestaron cuando en el presente siglo los peores terroristas presentaron sus cuentas y pidieron su libertad.

Y entonces vino otro error, el de exigirles a los jueces que arreglasen de alguna forma lo que los legisladores habían permitido con su inacción. El de levantar un clamor social contra la evidente injusticia que suponía liberar a los asesinos con tan pocos años de cárcel, a pesar de que era bastante claro que era la ley la que lo exigía. Y la ley, como entonces se decía, no tolera atajos. Pero nuestros representantes son capaces de reclamar al mismo tiempo que se cumpla la ley y que se deje de cumplir. No son conscientes del valor intrínseco de las normas.

Articulo de José Maria Ruiz Soroa en El País.
Texto íntegro del auto de la Audiencia Nacional decretando la libertat inmediata de la etarra Del Rio Prada.

lunes, 21 de octubre de 2013

El nuevo Movimiento Nacional

GREGORIO MORAN: Como en todas partes se trata del reparto del beneficio. Con una diferencia: la sociedad civil siciliana en determinados momentos se enfrenta a la Cosa Nostra. Aquí no se enfrenta nadie. Y no hay que matar a nadie. Para qué carajo matarlo. Lo compras y ya está, porque además sale baratísimo. El precio del periodista y del intelectual es absolutamente desdeñable. Las posiciones tomadas por ciertos intelectuales son escandalosas. Haga una investigación sobre media docena de intelectuales catalanes: desde Josep Ramoneda a Joan B. Culla. Vaya seleccionado y pregunte cuántos cargos y regalías tienen de las instituciones. No podrían vivir sin ello. O Pilar Rahola. ¡Esa mujer es una mina! Esa gente está dispuesta a defender lo que yo empiezo a definir como el nuevo Movimiento Nacional. Quiero desarrollar la idea y posiblemente dentro de un mes escriba alguna cosa en La Vanguardia, porque me parece fundamental. Sin ir más lejos, Rubert de Ventós en una sociedad normal sería un tipo despreciable, pues es el oportunista más desvergonzado de los últimos años. Les ha sacado la pasta a todos. Pero, bueno, sigue siendo una patum, que se dice aquí.

¿La Plaza de San Jaime como metáfora del eje derecha-izquierda en Cataluña ha resultado ser una ficción?

Eso era muy divertido. Cuando se traía a los turistas políticos, para entendernos, se les ponía en la Plaza de San Jaime y se les decía: "Fíjate, Cataluña es una cosa muy especial. Aquí a la derecha, la derecha [Generalidad] y a la izquierda, el PSC gobernando el Ayuntamiento. Y en verdad eran lo mismo. Podían cruzar de acera y no pasaría absolutamente nada.

Señala que el PSUC se hizo el haraquiri en los años 80. ¿Cree que al PSC puede sucederle algo similar?

Ya está en ello. El PSC es insostenible. Lo que no era calculable es el haraquiri de Convergència. Una cosa realmente sorprendente. La política convergente, el talento probado de Homs y Mas, pueden llevar a que ERC se quede con el pastel. El problema es que no hay pastel. El suflé ha bajado y todo el tema del soberanismo está de capa caída. Y más ahora que han empezado a verle las orejas al lobo. Por no hablar de la desvergüenza de decir que Madrid no quiere negociar. Perdone, cuando fueron a Madrid afirmaron que no era negociable y punto.

sábado, 12 de octubre de 2013

En guerra civil

El cóctel del que se alimentan las guerras civiles tiene un puñado de ingredientes habituales. Crisis económica más o menos profunda. Corrupción política generalizada (o así percibida). Creciente crispación y polarización social. Aumento del radicalismo y el fanatismo político y, sobre todo, una epidémica deslegitimación y descrédito de las instituciones y del sistema político vigente . Todos estos ingredientes vuelven a estar dentro de la actual coctelera española.

Si no fuera por el contexto europeo, podríamos afirmar que España camina inconsciente pero decididamente hacia una nueva guerra civil, de la misma manera que la Segunda República lo hizo a partir de 1934. Esta vez , sin embargo, espero que la tragedia histórica se repita sólo como caricatura.

No se trata de una simple cuestión de percepción. El clima guerracivilista ha ido aumentado paulatinamente en los últimos años. Una parte de la izquierda, del nacionalismo catalán y de los nuevos movimientos sociales, aprovechándose del drama de la crisis económica y de la miseria moral de la corrupción, han radicalizado sus posiciones y han acabado optando abiertamente por la ruptura política. Algunos de ellos llaman sin rodeos a ganar de una vez por todas la guerra civil que perdieron en 1939.

Pero la deriva guerracivilista no proviene tanto de la existencia de opciones políticas radicalísimas o tercamente independentistas como del ataque sistemático a la legitimidad democrática de la España constitucional. Las tesis revisionistas sobre la transición política han ido suministrado coartadas "intelectuales" para que se pueda afirmar impunemente que en España no existe un régimen democrático; para que desde la calle y las instituciones se ignore, cuando convenga, la Constitución de 1978; para hacernos sentir culpables de la más humana y generosa de todas las leyes de la transición: la Ley de Amnistía de 1977.

Gracias a una concepción autista de la memoria histórica, se ha insistido en reivindicar a los republicanos como las únicas víctimas de la guerra civil; se ha vuelto a avivar el anticapitalismo más grosero y el anticlericalismo más primario; se ha demonizado cualquier opción política democrática de la derecha española y, en algunos lugares, se ha llegado a hacer creer que existe una ciudadanía identitaria que está por encima de la ciudadanía constitucional, cuando la realidad es exactamente la contraria: es la ciudania constitucional la que garantiza la total igualdad de las personas que viven dentro de los límites territoriales de un Estado, independientemente de sus legítimas diferencias de identidad. En resumen: han ido imponiendo la mentira que la transición fue poco más que la cirugía estética del franquismo, que sigue en el poder pero con un rostro más humano.

En realidad, sin embargo, el franquismo sobrevive únicamente en el antifranquismo militante que aún persiste. Guste o no, Franco murió físicamente en 1975 y políticamente en 1978 con la aprobación de una Constitución democrática, plenamente homologada internacionalmente, que fue negociada por exfranquistas, conservadores, socialistas, comunistas y nacionalistas catalanes. Se ha dicho, para desacreditarla, que se redactó bajo la espada del ejército, pero debía de ser más bien bajo un sable de San Simón ya que no tuvo ningún efecto disuasorio, como lo demuestra el hecho que no quedó ni rastro de las instituciones surgidas de la sublevación militar del 18 de julio .

Esta Constitución estuvo precedida de unas elecciones democráticas, las primeras en más de 30 años, y por una Ley de Amnistía largamente reivindicada por todas las fuerzas políticas clandestinas, especialmente por los partidos de izquierda. Una ley imprescindible que permitió, por un lado, sacar de la cárcel a todos los presos políticos y, del otro, facilitar la imprescindible reconciliación entre vencedores y vencidos. Es decir, el olvido de la resposabilidad penal -que no de la civil- de los delitos cometidos por unos y otros en un conflicto en el que los dos bandos amontonaron -unos más que otros, según el lugar y el momento- montañas de cadáveres, ya sea en las cunetas, en las checas, en las plazas de toros o en las cárceles.

La transición enterró definitivamente la guerra civil. Pero hay gente que no sólo no se lo cree sino que está convencida de que la guerra aún no ha terminado y -cosa más grave- que la ganarán un día de estos, cuando derroten el fascismo redivivo e implanten finalmente la auténtica democracia : la suya.

Unas 20.000 personas se manifiestan por la unidad de España en Barcelona



Una vez más, la guerra de cifras ignora la realidad física. Los organizadores de la concentración de hoy, 12 de octubre, en la plaza de Cataluña de Barcelona cifran la participación en 160.000 personas. La guardia urbana en 30.000 y la Delegación del Gobierno en 105.000.

Aunque esta vez no hay -o yo al menos no he sabido encontrar- fotos aéreas que nos indiquen con cierta aproximación la densidad de la concentración, un cálculo de superficie por densidad media nos daría un máximo de 20.000 personas.

Esta cifra sale de los 30.000 metros cuadrados de superficie que tiene la plaza de Cataluña, descontar una tercera parte de mobiliario urbano y multiplicar la superficie resultante por una densisdad media estimada de una persona por metro cuadrado.

20.000 metros cuadrados x 1 pers./m2 = 20.000 personas 
20.000 metros cuadrados x 2 pers./m2 = 40.000 personas 
20.000 metros cuadrados x 3 pers./m2 = 60.000 personas 
20.000 metros cuadrados x 4 pers./m2 = 80.000 personas

Cifras aparte, los convocantes de la manifestación pueden sentirse razonablemente satisfechos. Han multiplicado la asistencia en un año y han comenzado a derribar el muro de silencio, de burla y de estigmatización (fachas, españolistas ...) a que están sometidos por el entorno nacional-independentista. En palabras de Anna Grau:
Más que mayoría silenciosa, a los que este sábado 12 de octubre salieron a manifestarse en Barcelona por la unidad de catalanes y españoles, de españoles y catalanes (tanto monta, monta tanto…) yo los llamaría mayoría valiente. Mayoría con un par. Servidora que nació en Girona y que es catalana a rabiar y española a mucha honra está hasta y afónica de decirlo: hoy en día tiene más mérito y requiere más coraje gritar que eres español en medio de la plaça Catalunya, que gritar que eres independentista catalán en la Puerta del Sol.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Francesc Granell y la Cataluña cainita

Conocí al profesor Francesc Granell cuando hacía comentarios de actualidad en el informativo Catalunya Matí de Catalunya Ràdio, que entonces dirigía Manuel Sarrau y del que yo era subeditor . Lo tenía por una gran persona y un excelente especialista en temas económicos y la de la Unión Europea y sigo pensando lo mismo, ya que en todos estos años no he visto nunca que dejara de ser ni lo uno ni lo otro.

Se puede discrepar de la sus opiniones y se pueden criticar sus decisiones públicas, pero no se le puede someter impunemente al escarnio mediatico. Lo que se está haciendo con Francesc Granell, apuntándolo con el dedo y presentándolo como casi un traidor a la patria, tiene más que ver con el Código Penal que con el derecho constitucional a la libertad de expresión .




En Cataluña, parece que ahora todo vale. Lo que se había estado cociendo durante muchos años ha terminado desbordado la olla, salpicando y quemando a todos. El objetivo de la independencia parece justificar los medios. La senyera está siendo secuestrada progresivamente por la estelada . Hemos dejado de ser europeístas fervientes para convertirnos en fervientes nacionalistas . Los grandes medios de comunicación, públicos y privados, exhiben ya de manera impúdica, diría que pornográfica, su acatamiento al régimen nacionalista-independentista. El ataque ad hominem contra los que no piensan igual, o que han cambiado de opinión, se extiende imparable por las redes sociales. Cataluña parece vivir en una nueva apoteosis del arrebato sobre la cordura. De nuevo, por decirlo con palabras de Josep Ferrater Mora, la Cataluña cerrada se impone a la Cataluña abierta .

Lejos de regenerar la vida política, de aplicar la racionalidad a la reconstrucción de la res publica, esta parece desaguar en los senderos del más rancio romanticismo político, donde las emociones y los deseos se convierten en la razón política por excelencia. En los más de 60 años de mi vida nunca había visto una división como ésta en Cataluña. Una división cainita, que enfrenta unos catalanes contra otros en nombre de la patria común. ¡Qué triste paradoja !